
¡EL DOLOR TAMBIÉN TIENE SUS DERECHOS!
septiembre 13, 2021
DE PROPÓSITOS Y DESPROPÓSITOS
enero 13, 2025Dijo alguna vez Bohr, el físico, que la única manera para realmente conocer cómo funciona un perro es matándolo. Es decir, realmente sólo podemos llegar a tener total certidumbre y conocimiento perfecto de algo si lo matamos, si le quitamos la vida. Y esto, aunque parezca crudo, es un tema importante y actual: queremos matar lo vivo, sobretodo, cuando nos muestra cuán imperfecto es.
Hace poco, tuve que tomar un vuelo, al inicio del viaje todo transcurrió de forma normal, acomodación, remolque del avión y carreteo hacía la cabeza de la pista, pero, una vez ubicado allí el avión las cosas cambiaron, no se produjo la normal aceleración de los motores y el despegue, incluso, a pesar de que el capitán del vuelo ya había dicho las palabras mágicas “tripulación, estamos listos para despegar”. Después de un rato de quietud y silencio lo que sobrevino fue un aviso que nos indicaba, en la misma voz del capitán, que la aeronave presentaba una falla técnica y que debía ser revisada, es curioso lo que ocurrió con los que íbamos en el avión, pues la respuesta generalizada fue de un silencio sepulcral. Seguramente algunos de ustedes habrán tenido la experiencia de tener que tomar un vuelo y que este se cancele o se retrase, en ocasiones, por fallos de la aerolínea y habrán podido observar que la respuesta de muchos es de malestar, que se manifiesta en gritos, insultos, peleas y otros escenarios similares, pero, en esa situación el silencio reinó. Sobra decir que estuvimos detenidos durante un buen espacio de tiempo sin bajar del avión en el que sólo se podía sentir la tensión, algún pasajero que comenzó a alterarse un poco más dio muestra de su extroversión y posible explicación de lo sucedido, diciendo que “quizá los pilotos eran demasiado jóvenes y se habían asustado por alguna lucecita”. Finalmente, el avión fue revisado y se encaminó de nuevo hacia la pista, ahora, con la tensión multiplicada por tres; íbamos en un avión que fallaba, que supuestamente había sido revisado y reparado y nuestras vidas dependían del criterio de los dos ingenieros de chaleco naranja que ahora permanecían en tierra. El silencio se rompió en el último tramo de la pista donde de nuevo la voz del joven capitán nos anunciaba que el error continuaba y que definitivamente tendríamos que desembarcar. El vuelo se atrasó un par de horas, decidí tomar otro al siguiente día y oh sorpresa me llevé cuando me di cuenta de que el vuelo tenía asignado el mismo avión en el que había ocurrido todo el día anterior, confié de nuevo en la ingeniería aeronáutica y sin mayor inconveniente aquí estoy contando esta historia.
No les narro toda esta situación simplemente para que conozcan mis historias de viaje, lo hago, porque en el momento en que esto ocurrió se me antojó muy parecido a cosas que nos ocurren todo el tiempo. En últimas, en nuestra vida, vamos todos en un avión montados, nos acomodamos en el asiento, hacemos el carreteo, despegamos y aterrizamos constantemente: todos nos acomodamos en un vuelo que creemos debe salir según nuestras expectativas, pero resulta que muchas veces esto no será así. Es más, todos vamos en un avión, que, dicho de una manera no tan agradable, sí o sí terminará cayendo.
Pensé que cada uno de esos pasajeros que iba en el avión tenía un objetivo o una meta, de alguna manera ese vuelo cobraba sentido de forma personal y la forma en que todo había terminado saliendo, ahora, se volvía, también, una nueva y personal manera de sufrir. Los planes que teníamos habían quedado de cabeza. ¿Cuántas veces no sentimos que tenemos nuestro itinerario de vuelo completamente planeado y de repente, los giros de la vida nos ponen en un rumbo totalmente diferente? Esa pareja con la que creíamos que íbamos a estar toda la vida, ese proyecto que jurábamos infalible, el cuerpo que cuidamos con todo el detalle que termina enfermándose…un amor que no nos corresponde, un esfuerzo que no se logra, una recompensa que se pierde, y por supuesto, la muerte que de un momento a otro aparece recordándonos nuestra fragilidad.
Cuando el mapa que creíamos seguro cambia nos encontramos en un lugar donde la forma tradicional en que funcionábamos y dábamos sentido a nuestra cotidianidad queda totalmente trastornada, si tenemos un reto en esa situación particular es el de volver a orientar nuestras vidas de manera diferente, poder darle sentido a un nuevo momento histórico que cada uno de nosotros ha comenzado a habitar: un momento histórico donde tenemos que aprender, no sólo nuevas maneras de vivir, también, nuevas formas de morir.
Todo aquello que existe tiene una posibilidad de fallar. Así ha sido siempre y así será mientras haya vida. Por más extraño que parezca, el error es una de las columnas centrales de la vida y la sostiene: la incertidumbre, los fallos en los sistemas, nuestros desvíos y equivocaciones, todo, todo hace parte de la vida, podemos negarlo, pero, siempre aparecerá algo que nos lo recuerde.
Aún con todo esto, hay una habilidad que todos los seres humanos tenemos, nuestro verdadero privilegio, es el doctorado innato que tenemos: somos expertos negando nuestra realidad, huyendo de nuestra realidad. No querer estar aquí y ahora van a ser las respuestas más comunes cuando algo desagradable o que causa sufrimiento se presenta. El anhelo del pasado termina secuestrando la posibilidad de que tengamos un mejor futuro. Nos llenamos de nostalgia (en todas sus manifestaciones) añorando que la vida vuelva a ser como antes. Si ya estamos sufriendo ¿qué nos puede hacer sufrir más que intentar devolver el tiempo, o lo que es peor, adelantarlo y jugar al adivino? ¿qué puede ser más doloroso que seguir negando lo que ya estamos acostumbrados a negar?
El universo que habitamos nació de una catástrofe y está poblado de incertidumbre: el error, el fallo, el desvío, la paradoja, la muerte, el dolor no aparecen como consecuencia de las cosas difíciles o desagradables a las que nos enfrentamos, como algunos se atreven a decir, hacen parte inherente de nuestra existencia. Si queremos sufrir menos y encontrar sentido a aquello que nos ocurre no tenemos que cambiar lo que está pasando (es más, quizá no podemos muchas veces hacerlo), tenemos que cambiar la forma en que le damos sentido. Si nuestra experiencia es un mundo de cabeza, tenemos que habitar esa experiencia que nos pone al revés.
El software necesita una actualización, no la realidad que este procesa. Si incluimos dentro de nuestra forma de vivir toda la carga de dolor, muerte, finitud, transitoriedad e incertidumbre que tiene la vida tendremos garantía completa de una vida más plena y feliz. No resignados, entendiendo que hacen parte constituyente de nuestra experiencia plena como seres humanos.
Aunque paradójico, solamente podemos ser felices en la medida en que entendemos que la felicidad depende en gran parte del sufrimiento. Mi invitación no es a sufrir porque sí, es encontrar una manera diferente de dar sentido a nuestras vidas. Si nuestra vida dio un giro de 80, 70, 30 o 180 grados, no servirá de nada querer volver a nuestra posición inicial. No es devolver el viaje, es saber como viajamos de ahora en adelante.
Que la experiencia humana no sea perfecta no es una razón para sentarnos a llorar, algo perfecto es algo que está muerto, como decíamos al inicio con Bohr, algo que esta vivo tiene una buena dosis de imperfección y esa imperfección contribuye a que la vida se mantenga, y que la vida se mantenga, a pesar de esto, nos deja frente a la tarea de darle sentido entendiéndola como es, no queriendo matarla para poderla vivir. Y quizá, entendiendo que una buena parte de ella seguirá siempre siendo misterio y por más que nos sentemos en la actitud más filosófica habrá cosas a las que nunca podremos encontrarles realmente un porqué. Pensemos, además, en como transformaría este poderoso cambio nuestra relación con otras personas. Sabríamos que todos llevamos en nosotros algo de caos y dejaríamos de sufrir en el papel de jueces eternos.
Todo el tiempo estamos enfrentándonos a nuevos descubrimientos, así, a secas: nuevos descubrimientos, buenos y malos y la tarea es poder integrarlos y darles sentido. Todo el tiempo estamos buscando cosas, personas o situaciones que nos hagan felices, pero muy poco nos detenemos a pensar realmente el proceso por medio del cuál hacemos la búsqueda. Si el avión falla, es desagradable, eso pensé en mi experiencia, pero la vida es toda una obra de arte y ¿no es más bella cualquier obra que sepa equilibrar todos los matices en ella?
El sentido de la vida es complejo, la manera en que comencemos a pensarlo debe ser también compleja, así, en ocasiones, nos sintamos tratando de leer un libro que está puesto derecho estando nosotros de cabeza.