
DESPERTAR A NUESTROS VÍNCULOS
enero 20, 2025
NO ERES UNA LÍNEA RECTA
febrero 14, 2025No hay ningún ser humano que no sea dramático. No hay vida humana que no se mueva a través de la resolución de algún conflicto, o que no tenga una razón de ser. Y por esto, todos somos de una u otra manera dramáticos o dramáticas. Sin embargo, en muchas ocasiones no mantenemos este drama en su justa medida, si no que, nos encargamos, como haría el mejor de los libretistas, de generar grandes tragedias y calamidades donde no están ocurriendo. Somos todos y todas muy inteligentes a la hora de escribirnos cuentos e historias en nuestras cabezas, alrededor de las situaciones en las que nos encontramos. Evidentemente, esto empeora si acaso la situación tiene una carga de dolor, sufrimiento o representa algún reto o dificultad: allí si que somos expertos en construir argumentos imaginarios sobre catástrofes que no existen.
Hay un elemento adicional en todo nuestro proceso creativo y es que, muchas veces, ignoramos que hemos sido nosotros mismos los que hemos construido la cantidad de pensamientos y exageraciones en las que nos estamos ahogando. ¡Y después nos preguntamos por qué nos estamos sintiendo mal! Y es que el pensamiento y la emoción, aunque son dimensiones diferentes en su cualidad y funcionamiento, están estrechamente relacionadas. Cuando creas una historia en tu cabeza, exagerando, dramatizando y cometiendo toda una serie de errores cognitivos y la llevas a tu escenario mental, siempre vas a tener una emoción en el público que reaccionará a todo aquello que se le está presentando. Nuestros cuentos e inventos siempre son el alimento para que las emociones desagradables se despierten sin ninguna necesidad y en una intensidad que puede llegar a ser abrumadora e incapacitarnos.
Pensemos en el siguiente ejemplo: un estudiante falla un examen. ¿Qué es aquello que realmente está ocurriendo? ¡Pues eso! ¡ha fallado un examen! Sin embargo, si esto representa una debilidad o es de alta importancia, activará inmediatamente el guionista interior que llevará el examen fallido por una historia de fracasos permanente, de abandono escolar, decepción familiar y que finalmente lleve a la imagen donde la calle se convierte en el nuevo hogar. Comenzamos perdiendo un examen y terminamos sin lugar donde vivir. ¡Así de grande es nuestra capacidad de exagerar! Y los ejemplos de este estilo podrían ser múltiples, como lector o lectora, seguramente ya habrás encontrado algunas situaciones personales donde esto ocurre. Lo que está pasando es lo que está pasando, así suene tonto y simple, el resto es construcción dramática e hiperreflexiva que somos expertos en realizar.
La mayoría de nuestras situaciones difíciles no son tan graves como parecen. Como rezan las espiritualidades orientales hay una diferencia abismal entre el dolor que trae la vida y el sufrimiento que nosotros generamos sobre este dolor, en muchas ocasiones, pensando y fantaseando más de lo que deberíamos y de forma innecesaria. No quiero decir que las grandes tragedias y dramas humanos no existen, por supuesto que sí, pero por fortuna no son aquello que nos ocurre a todos de forma cotidiana. Así que, la próxima vez que te encuentres frente a un drama, pregúntate cuánto de lo que está pasando y te esta generando malestar, está siendo construido en tu cabeza, y trata de observar con atención qué es aquello que realmente está pasando. Algunas historias interiores son tan convincentes que quedamos atrapados durante años en ellas. Si sientes que esto es lo que puede estar pasando no dudes en buscar que alguien desde afuera pueda darte una mano. Un buen proceso de psicoterapia o desarrollo personal muchas veces es eso: ser honestos con nosotros mismos y dejar de contarnos cuentos viejos.