
TE QUIERO SI ERES COMO YO QUIERO
septiembre 5, 2025Todos los seres humanos vamos creciendo y se nos van enseñando diferentes habilidades sociales. Aprendemos a saludar, a hacer cumplidos, a agradecer o hacer reclamos. Como todo proceso educativo, algunos tendremos un refuerzo adicional en algunas de ellas y otras se mostrarán como una debilidad. Las habilidades sociales nos van llegando a través de lo que nos enseñan en casa nuestros cuidadores, generalmente papá y mamá, y por supuesto, de lo que va resultando de nuestros experimentos sociales en los entornos educativos a los que vamos llegando. Una de estas habilidades, y quizá una central para tener relaciones sanas con otras personas, es nuestra capacidad para decir no, negarnos, poner límites o simplemente manifestar un desacuerdo sano. En algunas ocasiones, esta habilidad no funciona bien, por lo que es importante revisar su rol y sus posibles afectaciones.
La más difícil de estas complicaciones tiene que ver con la incapacidad para poner límites a otros. Nuestras diferencias hacen que en momentos no nos pongamos de acuerdo y tengamos que negarnos a actuar o pensar de cierta forma. No podemos siempre decir sí, porque entonces permitiremos que otras personas pasen por encima de nuestras fronteras, no se delimite adecuadamente nuestro carácter y nos acostumbremos a que las cosas centrales y valiosas para nosotros siempre estén ocupando un lugar secundario. Por esto es tan importante que se nos enseñe a estar en desacuerdo. Padres, madres y escuelas deberían tener esto presente para incluirlo como un indispensable en la formación de los niños y niñas, pensando en la fundamentación de un futuro adulto que se mueva con asertividad. Decir no es fundamental en situaciones que van desde lo más cotidiano o básico, como no querer asistir a un evento, rechazar un alimento que no nos gusta o negar alguna petición a la que no podemos acceder, pero, también, es útil y protector cuando nos encontramos en riesgo, cuando tenemos que frenar a otros que intentan traspasar nuestras fronteras y zaherir nuestra integridad, esto, como podría ser el caso de las situaciones de posible abuso. Por supuesto que el otro extremo también es problemático, un estilo antagonista extremo, un ser humano que nunca sabe afirmar o decir sí, tampoco puede relacionarse de forma adecuada. Es una especie de rebeldía tonta, una fuerza exagerada y muchas veces sin sentido que hace que algunas personas no puedan nunca entrar en comunión con otros, y por ende, no sean capaces de construir proyectos en común, de trabajo o pareja, por ejemplo. Como se ve saber decir no es todo un arte, una habilidad que necesita entrenamiento y conocimiento para usarse de forma asertiva.
Son muchas las razones por las que no sabemos usar el no. Las más comunes tienen que ver con nuestra educación y los efectos de la crianza. Además, con ciertos rasgos de personalidad que pueden diferenciarnos, haciendo de algunas o algunos de nosotros más sumisos, mientras que otros pueden tornarse insoportablemente antagonistas. Todas estas razones son trabajables y mejorables, de tal forma que podamos hacer un uso adecuado de nuestras habilidades sociales. Sería interesante que el lector se pregunte si saber decir no, o si no saberlo hacer le ha traído algún tipo de consecuencia en su vida. Aprendamos y enseñemos a decir no, forjando fronteras sanas, dando amor con límites y construyendo comunidad sin diluir nuestra individualidad. El no es una forma de respeto a nuestra dignidad y una forma de valorar nuestro mundo interior.