
EL PRECIO DE LA LIBERTAD
julio 24, 2025
TE QUIERO SI ERES COMO YO QUIERO
septiembre 5, 2025No deja de ser curioso que uno de los logros que hoy en día se exhibe con mayor vehemencia y orgullo, sea el de ser una “persona humilde”. Y no estoy hablando de condiciones socioeconómicas. Hablo de un supuesto modo de ser en el mundo, donde supuestamente pasamos desapercibidos, no alardeamos, no hablamos de nuestras cualidades o logros. Una especie de fantasma que pasa por la vida sin mostrarse ni ambicionar. Resulta muy curioso, porque alardear de nuestra propia humildad no es que termine cumpliendo mucho los requisitos de lo que se supone es ser una persona humilde.
No quiero se me malentienda. Esto no es una diatriba contra la humildad, ni mucho menos. La cual, considero, bien ejercida, una virtud en todo el sentido de la palabra. Es más bien, el rescate justo de la dimensión ambiciosa que todos los seres humanos tenemos. Y su reconocimiento sano. Pasamos mucho tiempo tratando de negar que todos ambicionamos de una forma u otra, y ese tiempo y energía que usamos para negar dimensiones de nosotros mismos, podríamos usarlo con otros propósitos con más sentido, o que realmente nos permita construir mundos mejores. Dentro del boom espiritual que estamos viviendo es común que uno de los objetivos sea desaparecer y matar la ambición, y de nuevo, abanderarnos de nuestra aparente humildad. Prefiero apostarle a una forma de espiritualidad que no nos mutile en las dimensiones que nos habitan, si no más bien, nos enseñe a integrarlas. Por supuesto, entiendo el propósito de hacernos cada vez más humildes en relación con nuestros torpes narcisismos y tiranías, pero, esto no implica desaparecer el hambre sana de atravesar el mundo alcanzando estados cada vez mejores de nosotros mismos. La misma idea de nuestro desarrollo espiritual, implica una ambición sana de ser humanos diferentes, de transformar nuestra consciencia, de llevarla hacia otro lugar.
Ambicionar no es igual a ejercer destrucción y poder desmedido. En este sentido, estamos de acuerdo en que habitamos caminos oscuros que no contribuyen al desarrollo. Quizá, en este caso, hablemos de ambición desmedida o poder mal ejecutado, de nuevo, de tiranía. Pero todos queremos movernos y llegar a ciertos lugares en la vida, es nuestra ambición con sentido, con propósito y valor. Ambición que, sanamente desarrollada, también busca que quienes nos rodean vivan mejor o que nuestros contextos cambien hacia posibilidades más sanas y desarrolladas. Parte de vivir como un ser humano sano es clarificar para qué estoy viviendo y de qué forma ambiciono conseguir la vida que me hace sentido vivir. Sin olvidarnos de nuestros límites, por supuesto, que es donde hacemos buen uso de nuestra humildad. Reconociendo aquello que tenemos, aquello de lo que carecemos, aquello que podemos y no podemos hacer. Pero, también, ambicionando como podemos llegar a aprender aquello que necesitamos aprender y los caminos que necesitamos recorrer para llegar a vivir una vida cada vez más cargada de sentido.
Hay que tener cuidado con las trampas de la publicidad, las frases que repetimos sin sentido, que es lo que tristemente termina pasando con los sentidos falsos de humildad. Que se vuelven teatrales y que se sienten inauténticos. La tarea grande es integrar nuestras múltiples dimensiones, complejas como son y contradictorias muchas veces, es saber como balancear una ambición sana con el reconocimiento humilde de nuestra condición humana. Sin atropellar a nadie, sin caer en sumisiones sin sentido. Busquemos formas de llevar vidas con sentido que nos permitan habitar el hambre de una vida mejor desde un lugar amoroso con el mundo y con los otros.