
TU TERAPEUTA, EL AUTÓMATA
julio 1, 2025
HUMILDAD Y AMBICIÓN
agosto 16, 2025Todos queremos conseguir las cosas que nos gustan. Todos queremos vivir la vida que soñamos y acercarnos a nuestros ideales. En resumen, como lo han planteado las diferentes tradiciones del desarrollo humano, todos queremos ser felices. Sin embargo, muy pocas veces estamos dispuestas o dispuestos a pagar los precios que la felicidad nos pasa. Y no es porque sólo la felicidad, de alguna forma nos pase factura, es que existencialmente no podemos tomar decisiones sin “perder” o generar consecuencias que no necesariamente son agradables. Y por esto, muchas veces preferimos mantener formas de vida que no necesariamente son las que queremos, pero a través de las cuales podemos, en teoría, evitar el precio que nos toca pagar. Así, más adelante, la acumulación de deudas con nosotros mismos sea tan grande, que el malestar sea mucho mayor.
El mundo actual nos da una sensación falsa de poder que termina dejándonos una herencia malsana y narcisista donde creemos que en todo lugar y en toda decisión deberíamos ser ganadores. Cada paso que damos es una ganancia y una pérdida, dentro de la complejidad de lo que implica ser un humano, es lo natural. Sin embargo, no se nos enseña esto. Crecemos como grandes tiranos aferrados al triunfo, creyendo que cuando algo nos sale mal estamos siendo castigados, que cuando perdemos algo es por algún tipo de maleficio, y no un proceso natural de nuestra existencia. Pensemos en alguna cotidianidad: si tienes que elegir un plato de comida en un restaurante vas a tener que descartar las otras cuarenta opciones del Menú. No hay nada que hacer. Al enfrentar una decisión, al hacer uso de nuestra libertad, evidentemente tendríamos que ir en la mayoría de las ocasiones hacia lugares, personas, proyectos, etc., que nos traigan, por decirlo de esta forma, la mayor ganancia posible. ¿Lo hacemos siempre? Si siempre apostáramos a nuestro sentido y a nuestro desarrollo personal, no tendríamos tantas personas con lamentos existenciales, con culpa por no haber sido lo que querían ser, o remordimientos por no haber ejercido plenamente su libertad.
No hay salida. Momento a momento te enfrentarás a elegir dónde puedes ser más tú, más feliz, más desarrollado o desarrollada; desde donde puedes aportar más, también, a hacer de este un mundo más libre y mejor. Y allí tendrás que pagar precios: lugares que tendrás que dejar, hábitos que tendrás que transformar, trabajos a los cuales renunciar o personas de las cuales tendrás que despedirte. No es posible vivir una vida plena sin enojar a nadie, sin contradecir. Como lo decían Los Prisioneros en una de sus canciones, si Nunca Quedas Mal Con Nadie, probablemente no estes asumiendo tu vida de la forma total en que quisieras hacerlo. Este es el ejercicio de la rebeldía sana que todo ser humano ejerce camino de su libertad y su desarrollo.
Así como no podemos comernos todo el menú del restaurante, tampoco podemos tenerlo ni poderlo todo en nuestra vida. Nuestros límites nos obligan a elegir y en esa elección a asumir las perdidas o ganancias que pueda traernos. La felicidad pasa un precio, y esto no está mal, hace parte de asumirnos como los seres complejos que somos habitando una experiencia compleja. Trataremos de ser lo más empáticos posibles y de cuidar nuestro entorno y a quiénes nos acompañan en el camino, sin olvidar, que como dice el cantautor Ismael Serrano, toda felicidad siempre deja algún damnificado.