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Estoy absolutamente convencido de que hay experiencias y formas de ser que no podrá alcanzar jamás una máquina. La experiencia humana va mucho más allá de su lenguaje, su racionamiento y su lógica. Procesos que la IA emula suficientemente bien. Estoy convencido que cualquier máquina puede pensar mucho mejor que nosotros, pero también estoy seguro de que pensar es solo una parte pequeña de todo lo que significa ser humano. La sola imposibilidad de replicar nuestro cuerpo ya hace que la mitad de lo que nos pasa sea absolutamente ajeno para cualquier robot. ¿Por qué afirmo que podrían reemplazar entonces la terapia?
Tratar a alguien terapéuticamente implica una concepción de lo que es enfermar (o crear o promover salud). Y detrás de toda definición del enfermar y su terapéutica hay una definición de lo que un ser humano es. Y he aquí el problema: una psicología que se deshumaniza es una psicología que se suicida frente al avance de la tecnología. Desafortunadamente la mayoría de las psicoterapias actuales y formas de cambio responden a miradas del ser humano que lo reducen a un autómata, que puede funcionar bajo reglas simples y ser entrenado bajo condicionamientos básicos. No enfatizan la exploración profunda, la navegación del mundo emocional, el reconocimiento de los problemas existenciales (que poco de lógico tienen), el cuerpo o lo que está más allá de lo pensado. En su afán academicista, lejano de la realidad del humano de a pie, y la obsesión con la objetividad, la psicoterapia se condena. Si no tengo frente a mi un paciente, humano, complejo, con el que debo relacionarme yo como humano, también complejo, en un vinculo que va más allá de las formas simples, lógicas y reduccionistas, por supuesto que una máquina hará mejor mi trabajo que lo que lo hago yo.
No toda la culpa es de la psicología. También tenemos que dar una mirada a la educación, a la crianza. Entre más la deshumanicemos menos comprenderemos el valor, el cuidado y el potencial de desarrollo y curación que un encuentro humano real puedan tener. Seguiremos camino de valorar soluciones frías, rápidas y netamente lógicas. Mutilando nuestra experiencia y, a la vuelta de unos años, pagando mejor a un robot para que nos de soluciones igual de rápidas y simples. Ojalá y la psicología pueda comprender este profundo llamado, redireccionar su camino y la forma en que concibe a los seres humanos actualmente. No solo para salvarse a sí misma, si no también, para conservar los pocos espacios de calidez humana que irán quedando en el mundo de la automatización.