
PERFECTOS NO, COMPLETOS SÍ
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LA ENFERMEDAD TURBO
marzo 28, 2025Aquellos momentos donde más debemos valorar la vida son en los que sentimos sobre nuestros hombros las frías, secas y delicadas manos de la muerte, el dolor o el sufrimiento. ¿Por qué no lo hacemos? Porque es lo contrario a lo que nos han enseñado: la solución es huir, buscar como distraernos con placeres, entregarnos al abandono o desesperarnos creyendo que se acabaron las opciones. Porque tenemos las cajas de los supermercados llenas de libros sobre optimismo, brazos abiertos, luz que proviene del cielo, pero, en realidad nos hemos vuelto una humanidad altamente pesimista. La crisis y la manera en que la tenemos planteada debe ser reeducada, el sufrimiento debe ser reenseñado y la misma muerte la tendríamos que volver a entender. Nos ahogamos en los miles de datos, en las cortinillas de los noticieros y las caras trasnochadas de sus presentadores, en los discursos interminables y las peleas eternas de lo político, absorbidos frente a cualquier pantalla con la esperanza de que nuestra mirada cansada hacia toda esa información por arte de magia acabe con nuestros malestares.
Los sabios tibetanos tienen una bonita metáfora: así como hay seres humanos que se han vuelto ricos cuando encontraron oro, hay otros que hicieron su fortuna de montañas de excremento. Porque del más fétido, duro y seco excremento se hace el más fértil y suave abono que impulsa el florecimiento de la vida. Por esto, algunos de estos mismos sabios suelen utilizar la expresión: necesitas excremento en tu corazón. Necesitas que haya un poco de la dureza, de la tristeza, de la crisis, del sufrimiento, para que en ti florezcan con este abono nuevas posibilidades. Necesitamos abonar lo que somos: pensamiento, emociones, cuerpo, creencias y relaciones.
Veámoslo de otra forma, cada vez es más común que algunas personas no desechen en la totalidad la basura de sus casas. Tras un trabajo de separación de residuos (valga decirlo, un trabajo que no es fácil) entregan a pequeños emprendimientos o depositan en compostajes construidos de manera manual sus residuos orgánicos, buscando convertirlos en suave abono para sus plantas, o para pequeñas huertas de donde una vez más surgirán sus alimentos. De la basura surge el alimento para el despliegue de la vida. ¿Si ya estamos haciendo algo con nuestra basura “exterior” qué esperamos para hacerlo con nuestro mundo “interior”? Nuestro malestar, nuestra crisis, nuestro dolor también podrían convertirse en compostaje para que la vida sea diferente. Estamos acostumbrados a mirar lo que no es positivo en nuestro interior como un “desecho”, algo de lo que deberíamos deshacernos y muchas veces de las formas menos constructivas y sanas ¿o por qué creen que en las crisis aumentan el consumo de drogas y alcohol? ¿la violencia? ¿las complicaciones de salud mental?
En hacer una especie de compostaje emocional puede estar la salida. En nuestros momentos difíciles, más que nunca, es el momento de hacernos verdaderamente libres y responsables, preguntarnos de nuevo ¿quién soy? ¿cómo me estoy relacionando? ¿qué está pasando con lo que pienso? ¿dónde esta aquello que siento? ¿sigo viviendo con sentido o ya ni sé que me apasiona? Cuando nuestros mundos externos se paran (por el duelo, la enfermedad, el dolor, etc.) nos da la posibilidad de volcarnos, evaluar y mejorar el interno. Si hay ansiedad es porque hay preguntas, si hay tristeza es porque algo necesita respuesta. Y ojo, no quiero que se me malentienda, no hablo de entidades patológicas como la depresión o los trastornos psicológicos en general, que son otra cosa, que son una complicación, una bolsa que por razones desafortunadas no se pudo compostar.
Es una invitación a volver a ver el proceso del loto, que no nace si no es con el barro alrededor. El miedo y la incertidumbre podrían transformarse en abono para preguntas serias, abono para nuevos caminos y sentidos de vida. Si hay que buscar ayuda, buscarla, si hay que hacer cambios, hacerlos. La negación del sufrimiento sólo puede volverse abono para sufrir más, está en nosotros decidir como compostamos nuestras emociones desagradables y transformamos nuestras situaciones difíciles en nuevas formas de ser en el mundo.