
¿TE CREES PERFECTO? ENTONCES ESTÁS MUERTO
septiembre 13, 2021
DESPERTAR A NUESTROS VÍNCULOS
enero 20, 2025Gimnasios llenos, agendas de nutricionistas repletas, libros comprados, aplicaciones desinstaladas, inscripciones de cursos al alza, entre otras hazañas de nuevo año caracterizan las agendas de muchas personas por esta época. La muy creíblemente falsa sensación de nuevos comienzos despliega un proceso motivacional que hace que muchas personas se planteen distintos propósitos, que van desde el cambio de hábitos hasta un comenzar de cero, un gran renacimiento, un giro de 180 grados. Abundan las diferentes posibilidades para planificar y enumerar todos estos cambios, que van desde las más tradicionales hasta las más modernas opciones tecnológicas. Una abundancia de propósitos que en sí misma se convierte en despropósito, pues, así como el falso comienzo que marca la vuelta al sol, termina siendo falso el plan, que como todo plan se cumplirá parcialmente o no se cumplirá, y terminará atravesando tantos vericuetos que en un par de semanas ya no será el mismo. El problema es que esta estrepitosa caída termina generando una gran cantidad de sufrimiento en muchos de los ilusionados planificadores, por lo que quizá esta estrategia, tan antigua como los calendarios, necesite ser revisada.
Por supuesto que podríamos hablar de los múltiples problemas de la planificación: el poco control que realmente ejercemos sobre nuestra vida, el problema del azar, la ansiedad o incluso, la no existencia del futuro, donde generalmente viven nuestros planes (tema complejo). Pero en esta ocasión, quisiera poner el foco en otro punto importante de estos despropósitos de año nuevo: el origen de estos. Así es, ¿de dónde vienen los planes que hacemos? ¿cuál es el origen de esas interminables listas? ¿cómo surgen esos grandilocuentes posts en Instagram? En palabras más puntuales: ¿son míos estos propósitos? La respuesta obvia, en la mayoría de los casos, pareciera ser que sí, que claramente si yo los enlisté y redacté, seguramente son míos ¿de quién más podrían ser? Sin embargo, a pesar de esta aparente obviedad, es posible que la respuesta no sea tan clara.
Cuando intentamos conocernos seriamente a nosotros mismos nos damos cuenta de que muchas de las cosas que creíamos ser no las somos, son ajenas, son prestadas o heredadas, muchas veces sin que ni siquiera lo hayamos notado. Y nuestros queridos propósitos no son ajenos a esta carencia de autenticidad. Por eso, el problema no está en la planificación, ni en las buenas intenciones de cambio (que sea dicho, podrían darse igualmente en Enero como en Abril), si no, en lo ajenos que estos cambios pueden ser realmente para nosotros. En un mundo donde todo el mundo parece saber que hacer menos nosotros (otra gran mentira), tenemos aún más riesgo de que aquellas motivaciones a las que nos apegamos nos sean ajenas. Para quién haya ya recorrido un buen trecho en la ardua tarea de saber quién es, esto es una obviedad, pues sabrá seguramente reconocer necesidades y motivaciones ajenas. Pero para la gran mayoría, que probablemente no lo haya hecho, esta debería ser una pregunta inicial de gran importancia.
Así que, antes de que la amargura de la meta no alcanzada te llegue, y antes de llenar el tablero de los nuevos propósitos, aclara si realmente son tuyos. La mayor locura es no querer ser lo que uno es, la mayor sanidad es movernos en lo que realmente somos. Igual para nuestros propósitos: que sean nuestros, que no caigamos en la locura y el despropósito de planificar un año más según lo que mi pareja, mis amigos, las redes, el personaje de moda, el libro de moda u otros nos puedan decir. Quizá lo más sensato es continuar, como la vida, libres de tiempo y sin atarnos a ninguna lista ni plan. Esta sería una buena manera de empezar a planificar en libertad y cambiar lo que realmente si queremos cambiar.